Francisco de Paula José Goya y Lucientes

Vicente López Portaña de Francisco de Goya
Vicente López Portaña de Francisco de Goya

 Un pintor aragonés en Madrid para la corte ilustrada de los Borbones

Un 30 de marzo de 1746 Fuendetodos, un insignificante pueblecito del sur de la provincia de Zaragoza, empieza su andadura histórica. En esa fecha nació allí, de forma casual, uno de los grandes maestros de la pintura española del s. XVIII: Goya. Su madre, que pertenecía a la pequeña nobleza aragonesa, y su padre, que ejercía de dorador de retablos, se trasladaron a esta población mientras restauraban su vivienda de Zaragoza donde residían i tornarían un año más tarde. Este gran pintor vivió a caballo de 2 siglos como Shakespeare o Cervantes y otros grandes personajes ilustres. A ser sincero, nuestro artista tuvo también influencia enorme en la época vanguardista del siglo XX. Sus inicios no fueron demasiado optimistas; por dos veces entró en el concurso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1763 y 1766), pero en ninguno de ellos obtuvo éxito, por lo que sus primeros contactos con Madrid se pueden considerar de auténticos fracasos: si quería ir a Italia lo tendría que pagar de su bolsillo, y así fue.

De su infancia poco se sabe y ello indica que sería la de un niño normal que cursó sus primeros estudios en un colegio religioso. En 1760 le hallamos ejercitando sus primeras experiencias en el arte de la pintura en el taller de un modesto pintor de la cámara de Felipe V llamado José Luzán y Martínez, quien le orientó hacia la copia de grabados; parece ser que sus padres pasaban penurias económicas y él quiso contribuir con su trabajo para ayudar a su familia. Tal vez tuvo pequeños encargos en iglesias locales, donde ornamentaría altares, sagrarios,…trabajos que conocía por experiencia familiar por un lado y por otro de una dimensión nada extraordinaria que hiciera prever la madurez explosiva de auténtico e ingenioso pintor. A Goya le atrajeron quizás las perspectivas tan seductoras de los artistas de la corte de Carlos III, y sobre todo la lucha divergente de los que perseveraban en el barroquismo y rococó decadentes, entre ellos Tiépolo, y los iniciadores del neoclasicismo comandado por el famoso pintor de retratos el bohemio Anton Raphael Mengs, que además de ser un buen pintor era también un personaje importante e influyente en Madrid.

De los trabajos realizados en la Academia de dibujo de Zaragoza dirigida por Luzán, no se conoce o no se conserva prácticamente nada; aunque se le atribuyen algunos cuadros de temática religiosa como la «Sagrada Familia con San Joaquín y Santa Ana ante el Eterno en la gloria» en un barroco tardío al estilo de Nápoles y de fecha también incierta. No es de extrañar que sus contemporáneos dejaran en el olvido sus creaciones de juventud, y eso era debido que Goya progresaba muy lentamente, tanto que nadie esperaba de él que llegase a sobresalir en la pintura.

Si en 1970 lo encontramos en Roma, Venecia, Bolonia y en Parma para entrar en el concurso de aquella Academia con resultado de mención honorífica, en 1971 lo hallamos en Zaragoza pintando los murales al fresco de la «Gloria» en la capilla de la Virgen del Pilar, con una libertad de impulsos que más hacen pensar ya en la pintura francesa de la época. A partir de aquí, su estilo se desarrolla con mayor soltura tal como se muestra en la cartuja de Aula Dei: grandes pinceladas, impulso vertical y figuras que emanan fuera de las normas del neoclasicismo.

Supo aprovechar para encaminar su economía la influencia que su cuñado, el pintor Francisco Bayeu, tenía en la Corte de Madrid, quien a proposición de Mengs estaba decorando el Palacio Real. Ya en 1775 había recibido el encargo de ejecutar unos cartones para la Real Fábrica de Tapices destinados a El Escorial. Este trabajo lo realizó al estilo de Bayeu y duró hasta 1792; la narrativa de Goya en trabajos anteriores tuvo que dejar paso al academicismo. Mientras, entre las fechas citadas, realizaba también cartones para Mengs con temas de tipo popular en los que se encontró dentro de una atmósfera más cercana a su interpretación, pero con signos evidentes de Tiépolo y Velázquez, de quien copió al aguafuerte su «Huida a Egipto». En 1780 fue elegido «miembro de mérito» por la Real Academia de Bellas Artes con el «Cristo crucificado», una pintura fría al estilo de Francisco Bayeu y que se conserva en el Museo del Prado. A partir de este momento, se deja llevar por sus extraordinarias dotes del colorido y se va apartando del neoclasicismo para adentrarse en el naturalismo de creación folklórico como se muestra en los cuadros de la «Anunciación» para los Osuna, o los lienzos sobre «La vida de San Francisco de Borja» para Santa Ana en Valladolid, o los más místicos para la catedral de Valencia, que algunos comparan con el propio Zurbarán. En el Museo del Prado pueden contemplarse bajo este estilo «La pradera de San Isidro», «El columpio» y «La cucaña».

En 1785 alcanzó la vicedirección de la Academia de San Fernando y, luego, nombrado pintor del rey; por ello se puede deducir como el período más gratificante de su carrera por el reconocimiento y honores recibidos. La mayoría cortesana desea ser retratada por el Pintor, ya que ven en él que sabe captar la esencia humana de sus personajes, sobre todo los femeninos. Destacan los retratos de la «Duquesa de Osuna» y la «Marquesa de Pontejos» por la refinada sensibilidad y la gama de grises plateados entre reflejos luminosos.

En 1789 fue nombrado por Carlos IV «pintor de cámara» y retratista real; es la época que coincide con su sordera a causa de una enfermedad contraída en Cádiz. La sordera le produjo una mutación importante que contrapuso la realidad a su imaginación; se sintió inquieto políticamente ante la caída en desgracia de su amigo Jovellanos. Su pintura está en consonancia con la rebeldía que siente en su interior, saltándose los cánones tradicionales para dar rienda suelta a la «invención y al capricho»: véanse en la Academia «El entierro de la sardina», «La corrida de toros en un pueblo», «El manicomio» o «La escena de la inquisición», pues en todos ellos se resalta el fanatismo, la violencia y la superstición; los colores neutros se mezclan con otros pastosos entre los que sobresalen los rojos, azules y amarillos. El punto culminante se halla entre los 72 grabados de los «Caprichos» como un compendio de vigilia, sueño y razón. El intimismo se relaciona con la caricatura, la imagen a una simple apariencia; es la época de las transparencias como las manifestadas en varios retratos de la «Duquesa de Alba».

Todo lo dicho puede resumirse en el «Retrato de la familia de Carlos IV», ya en los albores del siglo XIX. En él Goya asume el papel de Quevedo o Valle Inclán en la pintura; es despiadado con los personajes que pinta, matizando sus rostros decadentes y viciosos con un cromatismo impío y caricatura cruel. Será su último retrato de la realeza; la política española también cae en los abismos de las garras francesas. Goya se siente angustiado al ser testigo de los fusilamientos realizados por las tropas francesas en el «dos de mayo» madrileño. A partir de esta fecha se hace necesario crear un segundo Blog dedicado a Francisco de Paula José Goya y Lucientes.

Obras importantes de la época descrita:

«La maja y los embozados» Puede verse en el Museo del Prado. Es un óleo sobre lienzo. Pertenece a la serie de 10 cartones para los tapices destinados al Palacio del Pardo, hechos entre 1776 y 1778. Son de un naturalismo muy acertado, donde los personajes están en consonancia con el paisaje.

«El quitasol» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo. Es el cartón más elogiado de la serie por su cromatismo y espontaneidad de las figuras.

«La cometa» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo. Representa un fragmento de la vida popular. La composición va desde un primer plano oscuro para ir ganando claridad a medida que se aleja al cielo.

«El ciego de la guitarra» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo en 1778. Es una composición muy elaborada; en el rostro del guitarrista puede observarse rasgos pictóricos de facción expresionista. Fue encargado para adornar en el Palacio del Pardo la antealcoba de los príncipes de Asturias. Sobre el mismo tema existe un precedente en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

«El cacharrero» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo. Destinado también para la alcoba de los príncipes de Asturias. Podemos observar la precisión de la luz sobre las figuras; asimismo la libertad en pinceladas amplias, como también las imperfecciones corregidas en las ruedas del carruaje por la rapidez en que fue realizado.

«La vendimia» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo en 1786. Con este cartón se estrena como «pintor del rey» para adornar el comedor del Palacio del Pardo. La luminosidad ambiental se entremezcla en el grupo figurativo ideado como una pirámide. Puede notarse cómo se difunde una técnica diferente.

«La maja desnuda» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo realizado en el último año del siglo XVIII. Se desconoce la modelo, aunque hay quienes suponen que se trata de la duquesa de Alba; también se cree que fue encargado por Godoy. Es el segundo desnudo femenino de la pintura española, ya que el primero debe su autoría a Velázquez en su «Venus del espejo». Existe una diferencia abismal entre ambas modelos; si en Velazquez se muestra una figura idealizada, Goya confecciona la suya como una mujer llena de vitalidad y con un cuerpo sensual y provocativo. Su pintura fue considerada obscena en su época y hasta materia de denuncia para la Inquisición.

«El pelele» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo. Una ironía sarcástica se nos presenta en un juego con el que Goya quiere poner de manifiesto la malicia femenina: el pelele es un muñeco de paja lanzado al aire por cuatro jóvenes cuyas expresiones lo dicen todo.

«Retrato de mujer» (Museo del Prado). Óleo sobre lienzo. Uno de tantos cuadros que Goya pintó, traído aquí porque algunos críticos, consideran que la modelo podría ser la esposa de Goya, Josefa Bayeu; aunque otros afirman que no puede serlo, por razones de edad. Destacan la luminosidad, la intensidad de su mirada y la expresión del resto de su rostro con un cierto recato.

ESTAMBUL, PARADIGMA DE UNA CIUDAD BELLA, EXÓTICA, PERO DE SENSACIÓN CAÓTICA

IstanbulCuando en el año 324 de la era cristiana el emperador romano Constantino I quiso construir la «Nueva Roma» sobre la antigua ciudad de Bizancio para que fuese la Capital del Imperio de Oriente, emulando a Roma, la dotó de una urbanización tal que pudiera llegar a ser centro administrativo, cultural y religioso; los estigmas propios y naturales de una capital imperial surgida en tierras helénicas. La «Nueva Roma» dejó muy pronto de llamarse así, pues cambió su nombre por el de Constantinopla en honor del gran Emperador. También dejó muy pronto la difícil romanización que Constantino quiso imponer; con la división definitiva del Imperio en el año 395 se helenizó volviendo a sus orígenes de ciudad griega. Por su situación estratégica en el mundo romano oriental fue fortificada, en primer lugar por Constantino y después por Teodosio, con las murallas que todavía hoy podemos contemplar. Si Constantinopla ya había quintuplicado en extensión desde sus orígenes a Bizancio, con el emperador Justiniano llegó a su máximo esplendor en habitantes, en palacios y monumentos civiles y religiosos, entre ellos el templo patriarcal de Santa Sofía (Aga Sofia actual); inmensas obras de ingeniería, bibliotecas, acueductos, monumentos artísticos y lúdicos han llegado hasta nosotros a pesar de los grandes avatares que la Ciudad tuvo que soportar en el transcurso de tantos siglos. El mundo islámico quiso también dejar su sello, embelleció todavía más la Ciudad y la islamizó: corría el año 1453 cuando el sultán Mehmet II se apoderó de Constantinopla al mando del ejército turco. Este hecho hizo cambiar el rumbo de la Historia, de la Sociedad, de la Humanidad. A partir de entonces los tiempos futuros descubrirían avances, enigmas y descubrimientos. El 29 de mayo de dicho año desapareció el último reducto del Imperio Romano de Oriente, Bizancio, quemado en aras del Imperio Turco: a partir de ahora Constantinopla se llamará Estambul (el nombre viene del griego «eis ten polin» «hacia la ciudad», istenpoli, istambol, istambul).

Estambul continuará siendo la capital de otro imperio, el otomano, hasta el año 1923 en que se fundó la ciudad de Ankara en tiempos de Ataturk. En sucesivos califatos otomanos, Estambul es orlada de majestuosas edificaciones civiles, militares y sobre todo religiosas. Prácticamente hemos de decir que la mayoría de los monumentos anteriores a la conquista otomana se conservaron transformados para las nuevas creencias, se mudaron de credo, se imitaron rindiendo culto a las culturas que formaron la Ciudad, excepto en algunos casos: la Mezquita del sultán Ahmet, más conocida como la Mezquita Azul debido al color de sus impresionantes azulejos, fue construida sobre los cimientos del palacio de los emperadores bizantinos; dicho Sultán quiso la construcción de una mezquita que superara a la inigualable Santa Sofía. Ambas son un exponente admirable del arte en versión geométrica; unos modelos al natural para los arquitectos renacentistas de Italia.

La antigua y populosa Capital de Turquía está repartida en tres zonas bien delimitadas: dos europeas, separadas por una pequeña ensenada puntiaguda llamada «Cuerno de Oro», y otra asiática. Entre sus costas se encierra el mar de Mármara (mármol); dos paisajísticos estrechos guardan este mar: el Bósforo lo separa del mar Negro, mientras que el Dardanelos del Egeo.

La zona europea del norte ocupa la parte más histórica, turística y antigua de la Ciudad, corresponde a la antigua Bizancio griega sobre la que se construyó Constantinopla: va desde el Bósforo hasta las murallas de Teodosio o «bizantinas» como allí se dicen. Empieza en el Palacio de Topkapi, una especie de alcázar maravilloso que encierra una ciudad medieval, un complejo de salones y dependencias múltiples donde el lujo y la opulencia son testimonios de una sociedad señorial; todo está distribuido, según el gusto islámico, por patios; hasta las cocinas hablan del esplendor señorial. Este Palacio, parque incluido, se halla en las inmediaciones de la estación ferroviaria de Sirkeci. Cercanos al Palacio Topkapi se hallan los monumentos de Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Museo de Arte Turco e Islámico, la Mezquita y la Torre de Beyazit. La Cisterna Yerebatán o Cisterna Basílica es un enorme aljibe de 336 columnas con capiteles corintios del s. VI, destacan las bases de mármol de dos de ellas -que formaron parte de otra edificación- porque sus relieves vienen representados por medusas clásicas y están colocadas en posiciones distintas para ocupar el hueco. Más alejadas hallamos las Mezquitas de Solimán y Rustem Pasa, cercana ésta al puente de Gálata. También encontramos el acueducto de Valens, el Gran Bazar y el Bazar de las Especias o Egipcio, entre otros muchos edificios notables que se reparten en los más de 6 km. de longitud que ocupa la zona. Debe visitarse el monasterio bizantino, ahora Museo Kariye, de San Salvador de Chora, por sus mosaicos y frescos que allí se conservan. Junto a la Mezquita Azul hallamos el Hipódromo romano construido en el 203 por Séptimo Severo. Teodosio se llevó del Templo de Karnak el monolito de granito rojo con sus 30 metros de altura para erigirlo allí, perteneció a la época del faraón Tutmosis III; destacan en él los relieves del Emperador y sus hijos Arcadio y Honorio, entre los que repartirá definitivamente el Imperio Romano. En la parte sur del Hipódromo también se puede contemplar la columna de bronce del s. X, cuyo metal dorado fue fundido por los cruzados y hoy sólo se conserva su estructura de piedra en forma de tosco obelisco. Llama la atención la columna Serpentina, hecha en bronce para celebrar la victoria de los griegos sobre los persas en el 479 antes de Cristo; estaba dedicada a Apolo en el santuario de Delfos, la imagen representaba tres serpientes enroscadas que simbolizaban a Apolo Pitón, sólo se conserva la cabeza de una de ellas en el Museo Arqueológico de Estambul. Palacios, mezquitas, iglesias y edificaciones pueden observarse esparcidos por esta zona y a lo largo del estrecho del Bósforo.

La zona europea del sur de esta enorme Metrópolis está separada de la anterior, como ya se ha dicho, por el Cuerno de Oro. Esta tierra antiguamente la ocupaban las poblaciones de Gálata y de Pera, transformadas ahora en dos enormes barrios ricos, pujantes y comerciales de Estambul. En esta zona se halla la parte moderna, con los servicios propios de cualquier ciudad de Europa, con calles bien trazadas que coinciden en el centro urbanístico del la plaza de Taksim; de ellas IstiKlal Caddesi es la principal, donde podemos hallar edificios comerciales de marcas nacionales y multinacionales y también transportes públicos modernos. Barrios importantes conforman esta zona; entre ellos conviene destacar el de Besiktas por su famoso Palacio Dolmabache situado a orillas del Bósforo; es un Palacio fastuoso por su inmensa ornamentación en toneladas de oro y plata; de fachada barroca, recubierta con mármoles y dividido en tres zonas, cuyo centro lo ocupa el salón del trono dejando las alas para harén y dependencias oficiales. Es increíble la enorme fortuna esparcida por el interior de este monumental edificio.

Otras edificaciones interesantes son: La Torre Gálata, que data de tiempos del emperador Justiniano; el monasterio Mevlevi, edificado en el s. XVIII y hoy convertido en Museo de Música; la neogótica iglesia cristiana en activo de San Antonio de Padua; las mezquitas de Kiliç Ali Pasa y la de Ortaköy, por citar algunas. Hoteles, Centro Cultural de Ataturk, la Torre Saphire,… Dos puentes conexan la Zona Norte con la Sur: el de Ataturk y el de Gálata, éste último acoge, de principio a fin, una sarta de restaurantes por ambas orillas, eso sí, para turistas, ni que decir tiene; atravesarlo representa un rosario de recitales de cartas y delicias de cada uno de ellos, por si se pica,… con insistencia ininterrumpida, aunque soportable cuando te acostumbras. Al lado del puente Gálata, cocineros, en unas barcas llamativas por su decoración y pintado, van levantando castillos de pescado asado para que los camareros preparen a su vez bocadillos de este sabroso manjar condimentado con salsas y ensalada, a precio módico.

La zona asiática es el equivalente al extrarradio de Estambul, o centro de conexión con la península de Anatolia. Está al otro lado del Bósforo; puentes y ferrocarril la enlazan con el resto metropolitano. La mayor parte de la población es de origen turco y viven en los barrios de Üscüdar y Kadiköy. No está considerada como una zona de atracción turística, pues carece de monumentos destacables. Sin embargo, dicen que es la zona de ambiente más genuino y auténtico de Estambul. Entre sus monumentos se puede citar: la Mezquita del Puerto o de Mihrimah Sultán que es del siglo XVI y fue construida para la hija de Solimán el Magnífico; la Mezquita Nueva del s. XVIII, más conocida como la de Yeni Valide; la Universidad de Mármara, la estación de ferrocarril Haydarpasa, el Palacio Beylerbeyi que se construyó para residencia de los jefes de estado extranjeros, la iglesia de Pammakaristos del s. XII, etc.

La primera sensación que Estambul puede producir a los occidentales, tal vez sea la de una ciudad enormemente populosa, invertebrada, ruidosa, que no se puede dar un paso sin que no tengas a alguien detrás diciéndote excelencias o intentando venderte algo aunque sea nimio. Si a esto se le añade la peculariedad de que nos van a estafar, sobre todo cuando indican al comprador timorato que sea quien ponga el precio, llegan a abrumar y agobiar en exceso. Nuestra cultura ya no sabe discutir el valor de una compra, ni siquiera de ajustar el precio de un taxi, pues estamos acostumbrados a que los precios marcados son fijos. En Estambul esto no es así, de todo y por todo se debe regatear, y aún haciéndolo, siempre te queda el gusanillo de si has acertado o no. En restaurantes, bares, comercios, etc. siempre se tiene a alguien detrás con ciertas exigencias y piensas: esta Ciudad es un caos, ni siquiera dan la oportunidad de estar tranquilos sentados en una terraza. Cuando se está allí varios días esta sensación desaparece.

Viladomat, un pintor del 11 de septiembre de 1714

El paseo de Lluís Companys, conocido antes con el nombre de Víctor Pradera y también paseo de San Juan, termina en El Arco de Triunfo que ha quedado como símbolo histórico y puerta de acceso al recinto donde se realizó la Exposición Universal de 1888 de Barcelona. Este paseo es uno de los lugares más bellos de la Ciudad Condal; está ubicado delante del Parc de la Ciutadella y adornado con farolas modernistas del barcelonés Pere Falqués y Urpí; este arquitecto quizás sea más conocido por las farolas del paseo de Gracia, pero se le conoce también, entre otras obras, por el monumento a Rius i Taulet donde se inicia esta avenida. A ambos lados del monumento dedicado a tan insigne personaje y promotor de la Barcelona universal, podemos admirar las estatuas del gran caballero y aventurero Roger de Flor y la del artista barroco Antoni Viladomat y Manald. Quien no conoce la pintura de Viladomat y quiere disfrutar de ella, puede hacerlo porque este año se le está dedicando una exposición múltiple en el Museo de Arte de Girona, en el Museo Diocesano y Comarcal de Lleida, en el Museo de Mataró y el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Antoni Viladomat goza desde el último cuarto del siglo XIX de una amplia bibliografía y ocupa lugar en la Galería de Catalanes Ilustres en la Real Academia de Buenas Letras. En su época fue famoso, siendo elogiado por el académico del siglo XVIII Anton Raphael Mengs. Viladomat entró de aprendiz del pintor Juan Bautista Perramon los nueve años de edad, cuando todavía Cataluña era un estado. Más tarde colaboró ​​con el pintor italiano Ferdinando Galli «Bibiena» decorando la iglesia de San Miguel, hoy desaparecida; ya que Bibiena era el artista más destacado de la corte del archiduque Carlos III en Barcelona, esta colaboración fue muy positiva tanto para su formación como para su economía, pues su producción fue creciendo. También su prestigio fue en aumento debido a los litigios con éxito que mantuvo con el Colegio de Pintores de Barcelona porque el consideraba de un espíritu gremial y artesano. Esta circunstancia hizo que su taller se consolidara y fuera lugar de formación para muchos pintores y artistas.

Su producción como pintor fue muy abundante, pero una buena parte importante de su obra se ha perdido. Sin embargo, se conserva una cantidad importante como para catalogar su personalidad artística. En el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) se recoge un conjunto de dibujos de calidad excelente; los cuadros de las «Estaciones», de naturalezas muertas y otras de temática religiosa, especialmente los cuadros sobre San Francisco, pintados para el convento de los franciscanos de Barcelona. En la capilla de los Dolores de Santa María de Mataró, se puede encontrar un conjunto de cuadros representativos del barroquismo catalán: los «Dolores de la Virgen» formando un tema único con ángeles y apóstoles, evangelistas y santos que se complementan con pinturas murales al temple que recubren la bóveda y las paredes laterales de la capilla. Viladomat en los cuadros de vida religiosa nos muestra una inspiración sobria, casi mística, con una serenidad impropia del barroquismo peninsular; quiere huir de los sentimentalismos exagerados con una técnica expresiva, natural y elegante.

El pintor catalán logró esta técnica tan precisa gracias a su trabajo, utilizando bocetos, dibujos y un estudio cuidadoso de la composición en escena. Su dibujo demuestra un fuerte conocimiento del natural, formando parte del ambiente y paisaje catalán, y de la luz mediterránea. Sus excelentes cualidades artísticas han visto quizás un poco mermadas debido a sus posibilidades económicas. Hay piezas que nos hablan del genio que llevaba dentro, mientras que otros nos hablan de la necesidad del pan de cada día.

Viladomat fue un gran y excelente pintor barcelonés; el mejor pintor catalán de su tiempo: Barcelona lo reconoce así y le dedica una gran calle del Eixample. Fue un hombre marcado por los hechos de 1714, pues nació en una tierra llena de instituciones, lengua y leyes propias, pero murió en una simple provincia. «Viladomat tuvo las virtudes y los defectos que podía tener cualquier artista» dentro de la época que le tocó vivir. Las instituciones actuales catalanas recogen la obra del artista más relevante de su tiempo, dentro del marco del «Tricentenario de los Hechos».

Jackson Pollock

La mayoría de los artistas siguen el estilo propio de la época en la que se encuentran. Pero esto no siempre sucede así; es más, muchos prefieren seguir el de la época anterior y hasta lo que tienen una personalidad muy fuerte, crean su estilo propio. Este es el caso de Paul Jackson Pollock, mejor conocido como Jackson Pollock (Wyoming, EEUU 28/1/1912 – Nueva York, EEUU 11/8/1956).

Fue un importante e influyente pintor americano y una destacada figura en el movimiento del Expresionismo abstracto. Empezó su carrera artística pintando obras de pequeño formato encerrado en un taller, como mucho otros artistas de la época, hasta que se dio cuenta de que en esas pequeñas obras no podía expresar todo lo que quería, y así empezó a realizar obras de gran formato, haciendo servir todo su cuerpo como instrumento de pintura aunque también la paleta y el pincel. De este modo, toda la energía y fuerza de su cuerpo quedaba expresada en sus lienzos.

Su estilo pronto fue reconocido por el hecho de ir salpicando la pintura. Así se introdujo en el uso de pintura líquida, utilizando como técnica la de verterla como una técnica sobre sus lienzos de principios de 1940. Comenzó a usar además como instrumentos pinceles endurecidos, varas y jeringas; quizá por primera vez, hizo empleo de pinturas de resina sintética, llamada barniz alkyd, que era novedosa en esa época.

En sus obras no había un centro de fuga, como punto principal de referencia en el que fijarse; sino que eran rayas y manchas, unas encima de las otras, mezclas de colores y salpicaduras sin ningún objetivo en concreto. Pollock iba pintando hasta conseguir un buen resultado.
La técnica de Pollock de verter y salpicar pintura es reconocida como uno de los orígenes del action painting (pintura de acción) ya que involucraba todo el cuerpo, de este modo el artista se podía expresar al máximo.

Pollock firmó un contrato con Peggy Guggenheim en julio de 1943. Recibió una comisión para crear Mural (1943), de 8 pies de altura y 20 pies de longitud, para implantarlo en la entrada de la nueva casa de Guggenheim. A sugerencia de su amigo y consejero Marcel Duchamp, Pollock pintó esta obra en un lienzo en lugar de la pared para que fuera portátil.

Este gran artista creyó conveniente el hecho de dejar unas obras sin título y otras de dejarlas simplemente enumeradas, como por ejemplo –una de las más importantes- la “Número 1”. De esta forma, el autor conseguía evadir la búsqueda de elementos figurativos por parte del espectador. Pollock prefería que cada uno dejara volar la imaginación hasta encontrarle su propia explicación, en vez de tener todos una misma sensación de la obra y buscarle ése mismo sentido. El autor creía que los números eran neutrales, y por eso permitían a las personas ver la pintura por lo que es – pintura pura.

Pollock destacó en el mundo del arte; gracias a su propio estilo, a su gran imaginación y al valor del colorido. El verano se presenta propicio para buscar algunas de sus obras y dejar volar nuestra imaginación.

Antoni Tàpies, máximo representante catalán del informalismo.

Muchos de nosotros hemos visto obras de este autor y nos hemos preguntado; ¿Qué representa?, ¿Cuál es su significado real?…Y es que a veces es difícil saber qué es lo que nos está intentando transmitir, ya que según el estilo de la obra o según él mismo, el significado puede llegar a ser más o menos complejo. Esto pasa a menudo con Antoni Tàpies (Barcelona 13 de diciembre del 1923–6 de febrero de 2012).

Tàpies está considerado como uno de los principales exponentes a nivel mundial del informalismo que, con su formación autodidacta, creó un estilo propio dentro del vanguardismo del siglo XX, en el que se combinaban en un estilo abstracto la tradición y la innovación, lleno de simbolismo, dando gran relevancia al sustrato material de la obra. Tàpies se situó dentro de la denominada “pintura matérica” , también conocida como “art brut”, que se caracteriza por una gran variedad de materiales heterogéneos en sus pinturas, en sus esculturas,… con las que creó una técnica mixta, muchas veces con materiales de reciclaje como si de Jujol se tratara: papel, tela, cuerdas, trapos y hasta trozos de mobiliario como en el monumento a Picasso…mezclados con materiales tradicionales del arte para buscar un nuevo lenguaje de expresión artística, y tal vez por eso se dice que Tàpies se basaba en el predominio del collage.

También podríamos añadir que era partidario del uso de colores puros y figuras geométricas en sus obras para estar de acuerdo con su filosofía principal: hacer de lo insignificante lo más importante.

Podemos considerar que sus obras más características son las que aplica su mixtura de diversos materiales en muros o paredes, a las que añade distintos signos con sus significados diferentes, similares en cierto aspecto al arte popular conocido hoy en día como el «graffiti».

Las obras de Tàpies contienen signos de una diversidad insaciable, como cruces, lunas, asteriscos, letras, números, figuras geométricas, etc. Para este autor dichos elementos tienen un significado alegórico relacionado con el mundo interior del artista; y así puede evocar temas tan trascendentales como la vida y la muerte o como la soledad, la incomunicación o la sexualidad. Da a cada figura un significado concreto: las letras A y T tanto pueden ser las iniciales de su nombre y apellido (Antoni Tàpies) como la letra principal de Antoni y Teresa (su mujer); la X como misterio (incógnita) o símbolo de las coordenadas del espacio o la lucha de dos fuerzas opuestas y como es habitual para todo el mundo el signo de tachar algo; la M la explica de la siguiente manera:

“Todos tenemos una M dibujada en las líneas de la palma de la mano, lo cual remite a la muerte, y en el pie hay unas arrugas en forma de S; todo combinado era Muerte Segura”. 

Por otro lado, sabemos que Tàpies se basaba en cromatismo muy austero, debido a que generalmente se movía en gamas de colores puros, fríos, terrosos, como el ocre, marrón, gris, beige o negro.

La temática de su obra refleja una gran preocupación por los problemas del ser humano: la enfermedad, la muerte, la soledad, el dolor o el sexo; puesto que se basó en su propia experiencia de la vida. Nos dio una nueva visión de la realidad, siendo ésta más sencilla y cotidiana, pero mostrando siempre su verdadera espiritualidad, difícil de definir. La concepción vital de Tàpies se basaba en la filosofía existencialista, que remarca la condición material y mortal del hombre, la angustia de la existencia, la soledad, la enfermedad, la pobreza, etc. El existencialismo señala el destino trágico del hombre, pero también reivindica su libertad, la importancia del individuo, su capacidad de acción frente a la vida; así, Tàpies pretendía con su arte hacernos reflexionar sobre nuestra propia existencia.

Más tarde, influenciado por el pop-art, empezó a utilizar objetos más sólidos en sus obras, como partes de muebles ya anteriormente mencionados. Sin embargo, la utilización de elementos cotidianos en la obra de este autor no tiene el mismo objetivo que en el pop-art, en Tàpies siempre está presente el sustrato espiritual, la significación de los elementos sencillos como evocadores de un mayor orden universal y no la banalización de la sociedad de consumo y los medios de comunicación de masas propios del pop-art.

Así pues, las obras de Tàpies a simple vista son difíciles de comprender, pero una vez conocemos su significado tienen mucha lógica. El problema es que cuesta entender su estilo y sus características, su idea de lo que quería transmitir y su verdadera filosofía de la vida. Para poder saber todo esto y más, MusGuide nos proporciona toda la información necesaria con la que después podemos ir a la Fundació Antoni Tàpies o al MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya) conociendo y entendiendo sus obras.

Antoni Tàpies es un gran artista.

Sorolla, la luz del sol y el mar

sorolla

Cuando se va a contemplar una exposición de una obra pictórica de algún autor considerado famoso o que a uno le llena el espíritu, puede suceder, alguna que otra vez, que las coletillas no siempre coinciden con el visor de nuestra vista en cuanto a colores se refiere. Y uno se pregunta si la apreciación cromática en las diferentes graduaciones que cada color tiene es similar, no idéntica, en todas las personas; a veces se puede cuestionar dicha apreciación del crítico en relación a la del autor. El porqué de este inicio viene dado como consecuencia de la fantástica y extraordinaria exposición que la CaixaForum le dedica a Joaquín Sorolla en su Centro Social y Cultural de Barcelona; exposición que podrá ser visitada hasta el 14 de septiembre.

Sorolla es un amante del mar, de su color cambiante como la luz solar en cada momento del día. El pintor valenciano tiene alma de marinero mediterráneo, el de su tierra; pero lejos de acomodarse en el costumbrismo histórico, como así fue en su época de formación interpretando modalidades académicas; pronto abandona la técnica de dibujante de interiores para lanzarse a la pintura naturalista que le ofrece el exterior, al aire libre, donde da forma a una técnica fluida y de pincelada larga, al estilo de Jules Bastien­Lepage y del alemán Adolf von Menzel; dichos pintores gozaban de paleta clara, factura suelta y pincelada larga, plasmando así con gran maestría los efectos lumínicos, que tanto impresionarán en Joaquín Sorolla.

En sus años de formación siente admiración profunda por Velázquez porque le consideraba próximo a su sensibilidad de vanguardista en cuanto le descubre en el Museo del Prado. También los pintores modernistas catalanes, coetáneos suyos, Ramón Casas y Santiago Rusiñol, interesados como Sorolla en representar los efectos de la luz al aire libre, se decían ser los auténticos herederos de las enseñanzas del gran pintor barroco.

Su suegro, Antonio García que era fotógrafo de profesión, conoce al joven pintor valenciano a través de su hijo Juan Antonio cuando ambos estudiaban en la Escuela de Bellas Artes; conocedor de su talento como pintor, no duda en protegerlo dándole trabajo en su estudio y enseñándole simultáneamente los sistemas del manejo de la luz, el encuadre de la imagen y todos los recursos expresivos que podemos admirar en los cuadros de playa.

Destacan de esta época de pintura histórica: «Otra Margarita», «Y aún dicen que el pescado es caro» y «Triste herencia» entre otras.

Llegó su proyección internacional cuando obtuvo el «Grand Prix» del Pabellón de España y Portugal en la Exposición Universal de París de 1900. A partir de dicha fecha, museos de Luxemburgo, Berlín, Londres, Nueva York,…se interesan por su obra; a pesar de recibir ciertas críticas controvertidas, llega a la cumbre de su fama y éxito después de exponer en Chicago y San Luis.

En cuadros como «Pescadores valencianos», «Comiendo en la barca», «Cosiendo la vela» o «Triste herencia» empieza a manifestar su amor por la pintura al aire libre, a pesar de pintar en ellos cuadros de costumbres; pero determinadas facetas están dominadas por el sol para recrearse en el luminismo que le hará célebre años más tarde. A veces una simple sombrilla marca el encuadre o sirve para filtrar la luz poderosa del sol, del que hay que guarecerse, como sucede en el cuadro «Mediodía en la playa de Valencia», pintado como un mosaico de pequeñas pinceladas y contraluces. Otras veces es la figura la que ocupa la mayor parte del lienzo para dar una visión más fotográfica, como aparece en «Jugando en el agua» o en «Niñas en el mar» o en «Saliendo del baño»,…

Su plenitud como pintor se halla especialmente en los cuadros realizados en las playas valencianas de Jávea y El Cabañal, donde chiquillos forman el enfoque principal y fotográfico bajo un sol abrasador. La luz solar es la única vestimenta que da vitalidad a sus cuerpos, mientras el azul cambiante del mar, según la profundidad de sus aguas o el momento del día, acoge su desnudez como parte integrante de la naturaleza. A veces Sorolla nos lleva hacia una muestra contemplativa del fondo marino bajo unas aguas nítidas y transparentes y los cuerpos de niños «Nadadores», cuyos movimientos y color se diluyen y quedan sutilmente velados en tonos más o menos violáceos y en contraste con las carnes enrojecidas entre manchas blancas de sus hombros expuestos al sol. «Me sería imposible pintar al aire libre despacio aunque quisiera», pues veía que el sol estaba en continuo movimiento cambiándole el color de las cosas y, por ello, sentía necesidad de «pintar deprisa». Los niños para Sorolla están siempre relacionados con el mar, ya para expresar un complejo luminoso de azules y blancos, ya para mostrar imágenes bien enfocadas o desenfocadas como contraluces.

Son fabulosos los cuadros pintados en las playas de Biarritz y de San Sebastián, en los que el viento y el mar parecen rivalizar en la gama de los blancos, como en el lienzo «Instantánea, Biarritz»: el viento racheado agita un mar espumoso y un velo que envuelve la imagen central. En estos lienzos es cuando se asocia la pintura al aire libre con los grandes formatos reservados para pintura de taller; la luz es la encargada de acotar la profundidad espacial para que los elementos del cuadro aparezcan en primer plano, tal como aprendió en el taller fotográfico de su suegro. Sorolla se aparta al mismo tiempo del impresionismo francés ya que la luz para él no es un elemento que conforma los objetos, sino como espectáculo de una naturaleza desbordante y llena de vida.

En la exposición de la CaixaForum «SOROLLA. EL COLOR DEL MAR», se pueden encontrar todos estos efectos tratados aquí sobre la luz y el color. La exposición presenta a Sorolla en las tres etapas de su producción. Desde nuestro punto de vista es una buena ocasión para acercarse a la obra del gran pintor valenciano: el análisis crítico, la temática de los cuadros y los apuntes dedicados a cada uno de ellos merecen una buena visita.

Un balcón sobre el Mediterráneo

Anfiteatro de Tarragona

Tarragona enamora

Su presente es fascinante; su pasado, embriagador; entre el uno y el otro, el intermedio o la lucha por subsistir. No todas las ciudades de la antigüedad supieron aguantar la curva vital grabada desde sus orígenes. Tarragona floreció en sus tiempos remotos con un legado histórico impresionante, cayó bajo el peso de los tiempos y ante nuevas civilizaciones, que la moldearon a su gusto y capricho; todas las ideologías políticas, religiosas y filosóficas tuvieron lugar en sus tierras; hombres famosos e importantes de cada época se cobijaron en ellas; templos politeístas y capitolinos dejaron sus piedras para levantar otros más humildes, pero santificados con las palmas del martirio: sant Fructuós y sus diáconos regaron con su sangre las arenas del anfiteatro romano entre otros cristianos; san Hermenegildo fue decapitado por orden de su padre al no aceptar la eucaristía de obispos arrianos; su hermano, el rey Recaredo, supo recoger su martirio testimonial decretando los famosos Concilios de Toledo, logrando así la unificación total en el reino visigodo, y en contra de la obcecación de su padre Leovigildo. No debe extrañar, pues, la religiosidad tarraconense en todas las etapas de su vida, llegando a ser sede metropolitana de una gran parte de Hispania. Se da casi como seguro que el apóstol Paulo de Tarso pisó sus tierras para predicar el cristianismo, pues en una ciudad romana tan importante como Tarraco tenía que estar en el primer plano de la actualidad imperial; fue nada menos que capital del Imperio en el mandato de Augusto.

Nos cuenta la Historia que Octavio Augusto, digno heredero y sucesor de Julio César, desembarcó en Tarraco el año 27 anterior al nacimiento de Cristo para dirigir desde allí las operaciones militares para la conquista total de Hispania. Tarraco fue para Roma una ciudad muy importante y querida. Importante, porque representó el lugar estratégico ideal para las pretensiones romanas en Hispania: aquí se dirimieron las diferencias con Cartago para adueñarse del comercio mediterráneo; aquí Julio César se impuso a la República y al Senado destruyendo su legalidad defendida por Pompeyo; aquí Augusto impondría «La Pax Romana» a astures y cántabros conquistando y pacificando toda rebelión. La Ciudad fue querida hasta el punto haberla convertido en la Capital del Imperio, dignificándola con todo tipo de ornamentación y edificios públicos. Todos los monumentos, sin excepción, nos hablan de ello: las Murallas megalíticas de los Escipiones, los Fórum provincial y local, el Circo, el Anfiteatro, el Teatro, el primer Templo dedicado a Augusto, las villas, el Acueducto, la Torre de los Escipiones, el Arco de Triunfo,… Tarraco fue grande y bonita: el espejo donde Roma se miraba. Cuando ésta sucumbió, Tarraco también.

Visigodos y judíos tomaron el relevo; nuevas manifestaciones culturales e ideológicas tuvieron que adaptarse a una civilización de mucho tiempo admirada, pero ya en decadencia. La Ciudad cambió y también tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos, y… quienes no, la abandonaron… y disminuyó la población; mantuvo el prestigio de ser capital religiosa, política y militar bajo los inicios de la invasión visigoda; pero la Tarraco de los escipiones y emperadores iniciaba el camino a una transformación total, de cuya metamorfosis nacería la Tarragona de los obispos, de los condes y de los abades. El éxodo no fue excesivo si se compara con el habido en el siglo octavo. Mahoma envió a sus creyentes, como anteriormente Cristo a sus apótoles, a extender su mensaje por toda la tierra conocida; unos y otros cumplieron el mandato, no hubo trecho intermedio donde albergarse ambos, aunque a su manera se soportaron porque estaban destinados a convivir juntos con alguna que otra algara. El Templo de Augusto seguramente fue cambiando, según la época, de inquilino; pero todos rezaron en él en latín, en árabe o en cristiano. No creo que el Dios Universal se haya enfadado demasiado ni que fuera el culpable de tantas pestes negras, amarillas o de cualquier otro color. La diáspora por la invasión del Islam acentuó durante casi cuatrocientos años el proceso de despoblación que fue cayendo en picado. Repoblar otra vez Tarragona resultó harto difícil a pesar del empeño que pusieron para este menester los condes de Barcelona y los obispos catalanes.

La reconquista se inició con el conde Borrell II y se autoproclamó príncipe  de la Ciudad en el año 960. El obispo de Vic, Berenguer Sunifred, intentó su repoblación, pero fracasó. En 1118 se liberó del dominio musulmán y san Oleguer, obispo de Barcelona, fue nombrado también arzobispo de Tarragona, donde nunca residió. Bajo el reinado del conde Berenguer IV casado con la reina doña Petronila de Aragón, Tarragona volvió a nacer como sede episcopal de la iglesia catalana, aunque tan sólo alcanzaba casi los 4000 habitantes. Repoblar quería decir también reconstruir; los materiales que embellecieron la Tarraco romana fueron base esencial de la nueva edificación. Los arzobispos, Hug de Cervelló y Rocaberti, dejaron una fortuna inmensa para construir la Catedral; se inició y quedó casi acabada en el siglo XIII, que coincidió también con un poder marítimo importante, base de la recuperación económica. Tarragona mira hacia el Mediterráneo y el Mar le devuelve la vida, pues todo vuelve a funcionar.

La Catedral está en el lugar que ocupó el Templo de Augusto y se emplearon sus piedras para ser construida primero como templo románico, propio de un cenobio de la orden del císter, y sobre él un apunte del nuevo estilo gótico. La conjunción es magnífica y vale la pena verla para gozar de este contraste, pues se eleva majestuosa en lo alto de la Ciudad, como punto eterno de referencia. Son muchas las edificaciones medievales esparcidas por sus calles haciendo honor a los monumentos romanos, visigodos y judíos.

Hoy Tarragona es una ciudad moderna, acogedora y atractiva. Desde Rambla Nova se accede al Balcón del Mediterráneo para ver sus playas, su Serrallo, su puerto y su mar, que fue y seguirá siendo su propia vida.

(Para mayor información pueden acceder a «Musguide» y adquirir la «Ruta de Tarragona» con texto y fotografías de los monumentos más interesantes de todas las etapas históricas).

Sagrada Familia, sus vicisitudes y avatares, y sus arquitectos

Sagrada Familia de Barcelona
Sagrada Familia de Barcelona

Quienes conocieron a Antonio Gaudí afirman de él que, nada más al inicio de su carrera como arquitecto, consideraba que no se llegaba a la cumbre de la arquitectura mientras no se lograra edificar una gran iglesia. En esto coincidía bastante con la novela «Los pilares de la tierra» de Ken Follet y, posiblemente también, con todos aquellos grandes maestros que en la Edad Media recibieron el encargo de su sueño dorado: construir una catedral. Pere Montagut fue uno de ellos, pues se le llamó a construir la gran basílica del barrio barcelonés de la Ribera «Santa María del Mar» o como Ildefonso Falcones la titula en su preciosa y recomendada novela «La Catedral del Mar». Por si alguien sintiera interés por conocer más a fondo su historia, sus calles y plazas, y los palacios de esta zona barcelonesa, Musguide tiene también la ruta cultural «Santa María del Mar y la Ribera» que nos da todo tipo de detalles, sobre este edificio gótico, considerado con creces el mejor templo catalán en este estilo, y también de los palacios y casas señoriales de los alrededores. Todos quienes emprendieron una obra de tamaña dimensión, sabían en conciencia que ellos eran los iniciadores, pero que su obra tendría continuidad gracias a otros arquitectos venideros; aunque fueran tan jóvenes como el arquitecto de Reus a quien en 1883, cinco años después de obtener su título, le propusieran la continuidad de seguir el proyecto de un templo neogótico que un año antes había iniciado D. Francisco de Paula del Villar en honor de la Sagrada Familia. Gaudí aceptó sin hacer otro proyecto nuevo, no era necesario, lo llevaba en su mente privilegiada, en su espíritu de artista, en su alma cristiana.

El templo expiatorio de la Sagrada familia necesitó arquitectos con la genialidad y el espíritu sensible, sencillo, humilde, similar al  del gran arquitecto Antonio Gaudí. Es más, él era consciente de que su vida era limitada, y por eso puso todo su empeño en intentar dejar a sus continuadores un portal completamente acabado para que les sirviera de ejemplo; no pudo ser en su totalidad debido a su desgraciado accidente mortal.

Los que le siguieron respetaron su proyecto y la interioridad religiosa del Maestro. En la Fachada del Nacimiento, Gaudí había dejado su testamento y su ayudante y discípulo: el arquitecto Domènech Sugranyes cumplió con toda fidelidad su legado y tanto él como sus sucesores llevaron a cabo su visión arquitectónica. Todos ellos tuvieron que salvar problemas y dificultades no previstos, como si se quisiera cumplir al pie de la letra lo que a menudo repetía Gaudí «en la Sagrada Familia todo es providencial»: problemas económicos, dos guerras, incendios, incógnitas técnicas,… que se fueron solucionando con la aparición de un fragmento de una maqueta original, unos documentos inéditos, aportaciones generosas en momentos de graves apuros económicos, y un largo etc. Gaudí ya tuvo muchos problemas en vida con las ordenaciones urbanísticas, pues ya en 1916 tuvo que presentar una alegación documentada ante el Ayuntamiento de Barcelona por las remodelaciones que poco a poco se iban efectuando en el entorno del futuro templo. Estos problemas continuaron y continúan existiendo, aunque por el momento se callen, como por ejemplo el túnel del AVE que pasa a cuatro metros de distancia de los cimientos en la calle de Mallorca; el Ayuntamiento así lo quiso a pesar de la opinión de la UNESCO y del Ministerio de Fomento; cuando intervino la Justicia el túnel ya estaba acabado.

Sugranyes continuaría haciéndose cargo del Templo como arquitecto director hasta 1936. Con la Guerra Civil Española se detuvieron las obras hasta 1944 que se hizo cargo de ellas Francesc de Paula Quintana; éste, además de haber dirigido la exposición de homenaje a Gaudí en la Sala Parés, le tocó reorganizar la Junta del Templo y tuvo que recomponer todos los desperfectos hechos en 1936, que afectaron sobre todo a las maquetas. En 1957 la Junta Constructora celebró el 75 aniversario de la primera piedra de la Basílica con un viaje de peregrinación a Roma; fue recibida por Pío XII y dio su apoyo a continuar las obras. Se decidió construir la Fachada de la Pasión y hacer una colecta anual para intentar tener construidos los cuatro campanarios en 1976. Primero, Isidro Puig tomó el encargo de llevar adelante las obras hasta 1974 y luego Lluís Bonet i Garí las continuó. Para la construcción de la Fachada se basaron en un dibujo de Gaudí y en las explicaciones que les había dado ya que fueron discípulos suyos. Hubo campañas en contra de la continuidad de la obra; contra todo y contra todos, tanto fueran nacionales como extranjeros, siguieron construyendo el Templo, a pesar de la penumbra e incerteza económica, con voluntad férrea, tirando adelante el gran proyecto de un genio, de un arquitecto que quiso construir la primera catedral de un nuevo estilo, que tal vez sea también la última. Cabe destacar que un mejicano de padres catalanes ofreció a la Junta del Templo una cantidad anual equivalente a la que se recogiera en cada colecta; siendo niño acompañó a su padre a visitar las obras de la Sagrada Familia.

En 1983 el arquitecto Francesc de Paula Cardoner dirigió la construcción, después de haber sido elegido por Lluís Bonet i Armengol que ocupaba el cargo de director general de Patrimonio Cultural y Artístico de la Generalitat de Catalunya. Se elegiría en 1986 al gran escultor Josep Mª Subirachs para decorar toda la nueva Fachada integrando su escultura a la arquitectura de Gaudí, pero con las características de su propio estilo y creación: hizo en piedra una auténtica tragedia griega narrativa sobre los últimos momentos de la vida de Cristo; hasta aprovechó las puertas de bronce para mayor realce de su narración. La Junta Constructora el año 2009 le encargó las siete puertas de la Fachada de la Gloria. Por ese entonces ya era el arquitecto Jordi Bonet i Armengol, hijo de Lluís Bonet, quien dirigía las obras, aligerándolas lo máximo posible para que estuviera a punto a fin de que el papa Benedicto XVI celebrara la eucaristía de la consagración de Basílica Menor el 7 de noviembre de 2010.

Para mayor información sobre el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia pueden acudir a Musguide ruta «Templo Expiatorio de la Sagrada Familia».

Nota: las basílicas pueden ser mayores o menores. Las mayores sólo están en Roma, pues únicamente en ellas el celebrante lo es el papa. Antes los papas no se movían de la Ciudad Eterna.

Cataluña y la Bienal Internacional de arquitectura de Venecia

La Bienal Internacional de Venecia
La Bienal Internacional de Venecia

Desde el día 5 de junio y durante seis meses Cataluña tendrá por segunda vez un pabellón oficial en Venecia, donde se celebra la decimocuarta Bienal Internacional de Arquitectura. Este año se ha presentado una muestra de «Las arquitecturas injertadas»; podríamos decir de ellas que es como una expresión equivalente al arte de recuperar obras viejas con creatividad nueva. La Casa Bofarull representa el componente más ejemplar; fue rehabilitada por el joven arquitecto modernista catalán, gran amigo y colaborador de Antoni Gaudí, Josep M ª Jujol entre los años 1914 y 1931.

Jujol era un artista sencillo, afable, íntimo y muy religioso. Le gustaba todo lo que fuera artesanal. Sentía una especial sensibilidad por todo lo que significara una representación de la naturaleza o un paisaje rural y abierto como el del Campo de Tarragona, donde nació un 16 de septiembre de 1879. Fue el creador de la técnica catalana del «trencadís», usando materiales de desecho. Hizo uso de esta técnica en el Parque Güell, la Casa Batlló, la Casa Milà,… porque Gaudí le permitía plena libertad en el uso de las formas y los colores. No debemos olvidar que Jujol era un excelente dibujante y acuarelista; y, quizás, el primer pintor abstracto; dicen que Gaudí quedaba maravillado y sorprendido cuando veía a su amigo, con el que compartió vivienda, tirando la pintura desde una cierta distancia.

Como pintor obtuvo fama por el dominio de los colores y del diseño; la singularidad de su pintura escandalizó al clero de la Catedral de Mallorca cuando fue llamado para pintar la sillería gótica de la Sede en colaboración de Gaudí, tanto que éste exclamó que «en casa tenía dos gatos, uno se llamaba Sugranyes que trabajaba donde había que trabajar, y el otro, Jujol, que lo hacía donde precisamente NO debería trabajar, y ¿qué puedo hacer yo?”. Son admirables los dibujos de flores y pájaros.

Creaba y diseñaba todo tipo de objetos, desde los balcones de hierro y todo lo que se puede ver de la Casa Milá, hasta los muebles, lámparas ascensores y otros complementos que le pedían arquitectos famosos contemporáneos, como Antoni M ª Gallissà y Josep Font y Gumà. Participó en la fachada, decoración y mobiliario de la Casa Batlló. Pero Jujol también fue arquitecto de una serie de obras extensísima y entre ellas cabe destacar la «Torre de la Cruz» y la «Torre Jujol» en Sant Joan Despí, la «Fuente de la plaza de España» en Barcelona,» Can Camprubí «en Cornellà de Llobregat, …

En la Escuela de Arquitectos de Barcelona tuvo como profesores a Francisco de Paula del Villar, quien fue el primer proyectista neogótico de la Sagrada Familia, al arquitecto modernista Domènech i Montaner, creador del Palau de la Música Catalana y del Hospital de Sant Pau, y Antoni M ª Gallissà y Soqué, que fue responsable directo de los obradores artesanales instalados en el «Castell dels Tres Dragons» del Parque de la Ciutadella. Jujol también fue profesor de la misma Escuela y tuvo como alumnos a Oriol Bohigas y Guardiola ya José Antonio Coderch y de Sentmenat entre otros.

La Bienal de Venecia es una exposición de diversas artes plásticas que fue instituida en 1895. Tiene la finalidad de enriquecer los conocimientos de los jóvenes artistas contrastando las direcciones estéticas de otros países. En el año 2012 Cataluña y Baleares presentaron el proyecto «Vogadors», que se puede ver expuesto en el Centro de Arte Fabra y Coats; este proyecto hace dos años tuvo un gran éxito de público y de crítica, por lo que vuelve a tener pabellón. Esta vez, el arquitecto Josep Torrents es el comisario que representa a Cataluña con el proyecto «Del fragment i del tot». Para este evento parte de la obra de Jujol la «Casa Bofarull», situada en los Pallaresos Tarragonés. La Casa Bofarull es una grandiosa casa rural del siglo XVII que, reformada por Jujol, se convirtió en una mansión modernista, de la calle Mayor, cómoda vistosa y elegante. Josep Torrents quiere presentar como fundamental la capacidad de la arquitectura catalana de fusionar lo nuevo con lo viejo; ninguna otra obra más apropiada que la injertada por Jujol los Pallaresos y que será el hilo conductor de las otras 15 obras posteriores que se presentan; porque, según Torrents, «la actitud de Jujol se puede aplicar en algunos arquitectos actuales, no como discípulos, sino sencillamente por la forma de trabajar y entender la arquitectura» y «nos referimos a la idea del injerto como diálogo fecundo entre los elementos preexistentes y los nuevos «.

El arquitecto comisario de la arquitectura catalana nos continúa diciendo que «es difícil separar el todo del fragmento, y por tanto es indisociable también del lugar. Se fusiona lo nuevo y lo viejo y da lugar a algo nuevo»; y es por eso que decimos que Jujol recreó su creatividad cuando hizo una edificación nueva (lo nuevo), pero con el componente del pasado (lo viejo) que se puede reconocer en el todo.

Hay tres más que han sido terminadas en el siglo XX: los apartamentos en el desván de la Casa Milà por el arquitecto Barba Corsini; la restauración de la iglesia ibicenca de Hospitalet por JA Martínez Lapeña y Elías Torres; el IES La Llauna por Enric Miralles y Carme Pinós.

Las doce restantes son del siglo XXI.

La noche de los museos abiertos

Existen iniciativas que valen la pena conservar y especialmente aquellas que están relacionadas con la cultura.

La nit dels museus oberts. La noche de los museos abiertos. The night of the museums. Nuit européenne des musées.
La nit dels museus oberts.
La noche de los museos abiertos.
The night of the museums.
Nuit européenne des musées.

La actividad cultural con letras mayúsculas que se viene celebrando en Barcelona desde hace unos años, La Noche de los Museos Abiertos, es digna de elogio; y, precisamente por eso, estaría muy bien que se convirtiera ya en una costumbre y sirviera de ejemplo a otras poblaciones donde todavía no han probado esta iniciativa. Ver las colas que se forman pacientemente para entrar en tal o cual museo, hace que uno se sienta agradecido a las personas que tuvieron una idea tan feliz. Es un respiro para soñar que no toda la sociedad se mueve por inercia del materialismo ni tampoco por las novedades tecnológicas exclusivamente, que de esto mucho hay.

En una noche así nacen muchas oportunidades en una ciudad con tanta historia a cuestas como Barcelona. Se puede uno mover entre los años de oro de la Corona de Aragón y empaparse del legado medieval que hemos recibido como herencia. Quienes visitan, por ejemplo, el Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona, no sólo tienen la oportunidad de conocer sus orígenes o las importantísimas piezas que allí se guardan, sino también de disfrutar del entorno del lugar donde se halla; pero sobre todo de una serie de edificaciones donde está instalado y que nos abre sus puertas para que podamos contemplar su interior. Así pues, el acceso se realiza por una mansión que se había construido en el siglo XV y XVI en un lugar ajeno al que ahora ocupa, pero que, al ser trasladado piedra a piedra, dio origen al descubrimiento de la Barcino romana y visigoda; (quienes sientan curiosidad por conocer cómo vivían los hispanorromanos, cómo eran sus establecimientos comerciales, etc. en Barcino, pueden entrar en Musguide y elegir la ruta «La Catedral de Barcelona y sus Alrededores»). A sus instalaciones pertenecen también la elegante capilla de Santa Ágata del año 1302, el famoso Salón del Tinell construido en sólo 3 años por el rey Pedro el Ceremonioso entre 1359 y 1362, como así también el Palacio Real.

Hubo una época en que Barcelona fue capital de uno de los mayores imperios comerciales del Mediterráneo. Se crearon grandes fortunas entre la población burguesa; la Ciudad, amurallada, carecía de terreno edificable; grandes comerciantes y navegantes de la población civil y de la nobleza buscaron en los poblados cercanos lugares donde edificar sus palacios, compitiendo entre ellos para lograr el palacio más suntuoso. Eligieron la calle de Montcada perteneciente a la población de La Ribera o de Santa María del Mar. La Noche de los Museos ofrece la oportunidad de poder visitar varios de estos palacios por dentro, al mismo tiempo que se visita el Museo Picasso que ocupa 5 de los edificios allí levantados con el dinero de las grandes fortunas burguesas. (Recomendamos entrar en Musguide y elegir la ruta «Santa María del Mar y la Ribera»).

En los monasterios siempre se respira la paz y la tranquilidad de lo que fue la vida cenobial. Los siglos caen encima de quienes los visitan. La Noche de los Museos permite conocer un monacato de estilo gótico catalán situado en el barrio de Sarrià, en la parte alta de la ciudad Condal. Durante casi siete siglos y hasta hace muy poco vivieron en este Monasterio las monjas de clausura las hermanas Clarisas. Una vida de silencio dedicada a la oración. Este silencio impregna sus piedras, su claustro, sus celdas, su capilla, y hasta la calle que conduce hasta él. Vale la pena visitar sus dependencias como la sala capitular, la cocina, el refectorio, la bodega, las celdas,…para tener una idea de cómo era la vida de tan admiradas monjas.

Museuming
Museuming all the day.

Son tantos y tantos los museos a visitar según los gustos de cada cual que no tendríamos espacio para dedicarnos a todos ellos. El objetivo de hoy es el de dar a conocer una iniciativa municipal que a todos los que amamos la cultura nos tiene que parecer loable y aprovechar la belleza que nos ofrece su arquitectura e interiores de muchos museos.

Y si queréis hacer Museuming siempre todos los días del año, no dudéis a entrar en Musguide y a disfrutar de sus contenidos artísticos y culturales.

El 17 de mayo de 19h a 1h los contenidos serán gratuïtos, apoyando la iniciativa de la Noche de los museos.

Y si os gusta haced un Muslike en facebook y comentad.